Algunos parecen haber olvidado el legado de Simeone. Quizá sea un fin de ciclo, pero el Cholo ni tiene toda la culpa ni se merece que parte de la afición del Atleti le apuñale por la espalda.

Leía el otro día un artículo del genio Rubén Uría que me inspira a escribir esto hoy. Comentaba Rubén que él, por gratitud a la gigante leyenda que es Simeone, jamás le dará la espalda ni se bajará de su barco. Yo tampoco. Si hace falta, hasta hundirse como el Titanic. De esto trata el asunto: remar hasta el final por quien lo ha dado todo por el Atleti. Porque Simeone es el responsable directo de la grandeza reciente del Atlético de Madrid y no merece el menosprecio de esta última temporada por parte de aquellos que parecen haber olvidado su inherente legado.

Sin embargo, hacer caso omiso a la realidad es un camino peligroso hacia la ignorancia más absoluta. No hay partido del Atlético de Madrid en el Metropolitano en el que no se aprecie cierta división en la afición: si la mitad aplaude a Simeone, la otra mitad muestra síntomas de disconformidad. La unanimidad con la que se cantaba en el estadio el ‘Ole, ole, ole, Cholo Simeone’, no existe más. Y no hay nada peor para una grave crisis que una afición partida en dos. Muchos están hartos del juego reciente del equipo y creen en un cambio de ciclo milagroso que todo lo arregle. Pero los milagros son cosa bíblica.

Siendo sinceros, Simeone no está exento de toda culpa. Se le puede achacar el planteamiento estrictamente defensivo – por evitar hablar de cobardía o de un complejo de inferioridad instaurado en el esquema cholista – de muchos encuentros. Se le pueden reprochar miles de errores; cientos de partidos que no planteó correctamente. Incluso se puede condenar el desperdicio al que el Cholo ha conducido a muchos futbolistas (Joao Félix es el caso más reciente) cuando fue incapaz de adaptarlos a su idea futbolística. Pero cuando los aciertos superan con creces a los errores es desacertado pedir la guillotina; lo mejor es esperar a que abdique para buscar un inmediato heredero de la corona.

Simeone ha ganado aquí 2 ligas; una de ellas importantísima frente al colosal Real Madrid de Cristiano Ronaldo y al titánico Barcelona de Leo Messi. Ha conseguido dos Europa League y una milagrosa Copa del Rey en el Bernabéu. Logró llevar al equipo a dos finales de Champions que se le escaparon de las manos cuando ya rozaba sendas orejonas con las yemas de los dedos. Una supercopa de España y dos supercopas de Europa completan el inconmensurable palmarés cholista. Y hoy aún no entienden algunos que toda la gloria reciente la ha conseguido un solo hombre omnipotente que levantó un equipo en ruinas. En definitiva, menospreciar a quien construyó una mansión sin tener los materiales es deleznable.

Regresando a la inmediata actualidad, lo que se le pide al Cholo es más agresividad y verticalidad. En otras palabras, que el pavor que recorre las piernas de los futbolistas desaparezca a fin de encontrar confianza y calma. Y, por supuesto, resultados que no están llegando. Lo entiendo. ¿Pero tiene Simeone acaso la culpa de que la plantilla no sepa recuperar un solo balón dividido? Quizá, con otro entrenador al mando, algunos futbolistas empezarían a jugar al fútbol, construirían alguna ocasión de peligro de vez en cuando o serían capaces de dar más de dos pases de manera consecutiva. Puede ser que un cambio de aires en el banquillo lo lograra, porque el fútbol es impredecible, pero lo dudo.

Así que, al final, Simeone, con la razón de su lado en casi todo, terminará su etapa como míster del Atleti (seguramente en junio de este mismo año) acorralado por la directiva, por sus propios jugadores y por una parte de la afición que le juraba fidelidad eterna. Las mejores historias siempre tienen un final amargo.

Ahora solo hay dos cosas claras. La primera es que su sustituto seguramente sea Luis Enrique, quien sigue sin equipo probablemente esperando una llamada del Atlético de Madrid. Aunque, claro, el ya exseleccionador tan solo sería un parche: si la era Simeone se agota, será Fernando Torres nombrado príncipe heredero del Reinado Cholista. La segunda es que el Cholo ni tiene toda la culpa ni se merece que parte de la afición del Atleti le apuñale por la espalda.